Te cubres con la piel del erizo
y en tu grieta esperarás.
La noche está al caer.
El miedo y el disfraz
y la suerte en el espejo al que ofrecer
un trozo de metal.
Los brazos de laurel que,
en las horas más oscuras,
se volvieron una sombra en la pared.
Y al final furia, ruido y mar.
Escapar de sus manos como un animal.
Un rumor y la culpa en el diván.
Las ruinas de un mundo que no volverá.
No volverá.
Crece y se parte.
Ya no hay tiempo, se hace tarde.
En el hueco de tu habitación pidiendo perdón.
Y al final sólo furia, ruido y sal.
Arderán y tú no lo podrás parar.
El rumor, la vergüenza y el azar.
Pasó ese tren y ya no va a volver jamás.