Liwa taka bila wal kaika,
mana bara kaya upla,
aiwa nani pua pain bila tuhta balna kaika.
Soy tierra cansada,
mi piel es surco, polvo,
el sol me talla a gritos cada mañana.
La montaña es nuestra sola amiga,
y aun ella se vuelve
roca fría cuando llegan los rifles.
Los hombres de uniforme me llaman,
me piden la fuerza que apenas tengo,
me piden las manos para cargar balas
y una mirada que no tiemble,
aunque mi miedo pese más que el machete.
Los que deciden allá, en la ciudad,
prometen un cielo
que nunca llega a nuestro suelo.
Nos dicen libertad, justicia,
palabras de agua que nunca bebo,
palabras de maíz que nunca siembro.
Mi tierra la pisan otros pies,
más duros, más ricos,
y yo apenas les sostengo la mirada,
con mi hambre y mis hijos.
Ellos dicen progreso, y yo pienso,
en este campo, somos polvo
y esperanza de nadie.